Así veremos el mundo mañana, como un ser diminuto y frágil que se enfrenta a su futuro, sutil, ligero, tierno, y le extenderemos nuestros brazos aunque estemos rotos, dispuestos a sostenerlo, abrazarlo, cuidarlo.
No, no nos han castigado, nos han regalado un mañana que no teníamos una oportunidad perdida que ahora aflora como el fruto de un árbol, siempre delicado, siempre poderoso, capaz de hacernos brillar y reír y llorar.
No nos han quitado nada, solo confusión y miedo…íbamos como ciegos directo a un abismo anunciado, sabíamos que no era lo correcto y aún así seguimos mirándonos el ombligo, conscientes de que había que cambiar el rumbo pero no hicimos nada, nos lo han tenido que decir más alto.
Quiero que el mundo se cure y sane sus heridas para mis amigas, mis hermanos, mis hijas, que vuelva a ser un lugar de paz y remanso, quiero adorar los minutos del sol al alba y las tarde de lluvia que escapan a través de mi ventana, acariciar los matices del cielo al atardecer y respirar el perfume de ese mar escondido hoy en mi nostalgia.
Quiero creer que así como fuimos capaces de destruir el mañana, juntos y unidos seamos capaces de reconstruirlo, con la misma fuerza, la misma violencia, la misma intensidad y la misma potencia.
Quiero reordenar mis ideas y conservar solo las buenas, ceder espacio a los sueños no cumplidos, a la confianza en el prójimo, quiero poder aniquilar los conflictos, potenciar la tolerancia, imponerme nuevas reglas que nada tengan que ver con las viejas, las que quedaron confinadas en ese pasado que ya solo llena páginas de mi diario.
Quiero recordar a los que se han ido, a todos aquellos que esta tormenta se ha llevado a su paso dejándonos esta sensación de vacío despejado, deshabitado…helado.
Quiero permitirme soñar con el futuro y enfrentarme a él con los brazos abiertos, mirarlo a los ojos sin fruncir el ceño, serena y segura, y a pesar del miedo a lo incierto, recuperar el aliento.