Hace días que una anécdota da vueltas en mi cabeza, pero no es una anécdota cualquiera, es persistente y pegajosa, no consigo librarme de ella…es una anécdota llaga, así de amarga y dolorosa, pequeña tal vez pero con un retrogusto casi a permanencia que me agobia, es una anécdota que hace daño.

Chloe salió a jugar al jardín de la urbanización, es una de las cosas que más le gusta en el mundo y tiene que esperar que pase todo el invierno para que llegue ese maravilloso momento de la conquista! esa festiva sensación de independencia, desplazarse por los rincones del jardín sin el atento radar de mamá acosándola como su sombra y rodeada de niños es lo mas cercano a la tan preciada “libertad” que saborea.

Conociéndola, cuando me preguntó si podía bajar, ya que se oían las risas de la pandilla desde la ventana de su cuarto, por supuesto dije que sí sin dudarlo.

Salió feliz, casi volando, intentando disimular en parte el sabor de la victoria.

Al cabo de un rato subió, entro por la puerta cabizbaja y se tiró en el sofá, esta vez saboreando la derrota.

Le pregunté que había pasado y me respondió:

-“estábamos jugando a la fruta podrida y todos se fueron corriendo para el fondo de la urba, cuando les alcancé (ya sabemos que su correr no es un correr como el de los demás) todos se fueron hacia un portal y me dijeron adiós porque se iban a su casa, así que como me quedé sola me subí”

Mientras me lo contaba, escuché otra vez la risa de los niños abajo, seguían jugando, cerré las puertas y las ventanas intentando que ella no los escuchara también, los fuertes y sanos cachorros humanos ya se habían librado de ella.

Entonces me acordé del mar lleno de peces muriendo atrapados en nuestros plásticos, de las barreras coralinas devastadas por nuestra imprudencia, de las miles de hectáreas de bosques y animales arrasados por el fuego causado por la diminuta colilla de un imbécil, me acordé de las cientos de personas que aparcan en las plazas de minusválidos “solo 2 minutos” mientras quién las necesita da vueltas y vueltas sin encontrar parking, puede sonar banal, pero pensé en los miles los niños abandonados en países sin agua ni alimentos mientras nosotros derrochamos toneladas de comida cada día… vinieron a mi memoria las imágenes de ríos contaminados por el egoísmo de la algún rico directivo de empresa…cientos de pensamientos así inundaron mi mente, y me sentí tan triste….si señores, solo la empatía puede salvar el mundo…pero si ni los niños la tienen, que esperanza nos queda?